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En aquella habitación, donde entra la luz por unos enormes ventanales, la encontramos reclinada en la cama, con una sonrisa que ilumina más aún la estancia.
La disnea le impide hablar, pero sus ojos claman comprensión. Conoce su estado, y el desenlace cercano de su enfermedad, y nos solicita ayuda. Nuestra presencia le reporta alivio y tranquilidad.
Nos colocamos a su altura, estamos a su disposición. Le aseguramos nuestros recursos para hacer todo lo posible por acompañarla y ayudarla en este momento. Ilusas. Ella será la que nos ayude a nosotras, la que refuerce nuestra vocación, que a veces se tambalea, la que nos recuerde lo necesario de nuestra labor.
Junto al cabecero de su cama, un cuadro de dos pulmones en los que aflora la primavera y revolotean mariposas festeja un trasplante pulmonar que le ha regalado, como se afana en recordarnos, estos últimos maravillosos años de su vida.
Se agota su tiempo, y nunca antes fue más suyo. En estos últimos días, ella nos marcara su ritmo. El paciente y su tiempo.
Un control de los síntomas le permite despedirse de hermanas, hijos, compañero de vida, amigos…
Saborear recuerdos y celebrar la vida.
Como un faro, la foto de sus padres a los pies de la cama marca la senda de este trayecto final con una copa en alto, promesa de un reencuentro.
En su cama, un pañuelo azul con mariposas. El mismo que, días después, esta vez de color rosa y a modo de turbante, encuentro en otra paciente.
No sé si es una señal, pero prometo cumplir la palabra que te di en su día; a cambio, permíteme, cuando lo necesite, cerrar los ojos y volver a esa habitación a sentarme en esa cama y recargarme de tu energía.
Eternamente agradecida, mil besos a ti, Pilar.
Relato finalista en el I Concurso de Relatos Cortos AECPAL,
IX Jornadas Nacionales de Enfermería en Cuidados Paliativos
(Santander, 20 y 21 de abril de 2023)
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